En todos estos años de estar carreteando por la geografía nacional en busca de lectores por placer, lo que no he podido encontrar son planes de lectura libres. Todos están amarrados al gusto del maestro que hace 40 años recomienda el mismo libro, ese mismo que ya sabe de memoria.
A este tipo de maestro yo le denomino ‘maestro cassette’, porque se repite año tras año a través de la misma historia y, en consecuencia, sus alumnos no tienen la libertad de ir a la biblioteca a elegir un libro que quieran leer por placer.
La lectura en las instituciones educativas debería tener primero este escalón: ser libre. El hecho de que cada alumno tenga la opción de escoger lo que quiere leer, le ayuda a las bibliotecas públicas a contar con una muy buena rotación de sus colecciones de literatura general.
Considero que ese sistema de libros específicos está agotado y debe dar un giro de 180º favoreciendo la lectura por placer, esa que construye verdaderos lectores de tiempo completo; porque no podemos pasar por alto que un libro, inevitablemente, lleva a otro libro.
Además, cada lector tendría la oportunidad de irse encaminando hacia los géneros de literatura que más le agraden: la novela, el cuento, la poesía, el ensayo; y asimismo, el acceso a todas las herramientas gramaticales que los estudiantes tendrán por medio de ese pequeño pero sólido ejercicio de la lectura por placer.
Estimo que este proyecto de liberar la lectura traería mejores beneficios a todos los niveles de la sociedad, puesto que fomenta la formación de lectores agudos que tendrían su biblioteca pública como un espacio de conocimiento y de verdadero entretenimiento.
Se podrán crear clubes de lectura y tertulias literarias estudiantiles, invitando a referentes sociales de todos los niveles para que compartan sus puntos de vista en determinados aspectos de sus entornos sociales.
Es una idea que ha estado dando vueltas en mi cabeza desde hace más de 10 años, luego de ver cómo los títulos de los libros de los planes de lectura en los colegios se repiten una y otra vez. Es como devolver la canción que más te gusta porque quieres escucharla cuantas veces sea necesario.
No se trata de condenar los clásicos literarios que recomiendan dichos planes de estudio. Sin embargo, el aspecto negativo está en la repetición que agota la posibilidad de explorar a otros buenos autores, y por esa misma vía, ayudar a construir desde el colegio a verdaderos lectores perspicaces.
Si un libro no les gustó, que tengan la opción de dejarlo hasta encontrar esa historia que sí les de placer. Ahora bien, ¿cómo sabrá el docente o el plantel educativo que los estudiantes sí están leyendo? En mi opinión, la respuesta es muy sencilla: en el nivel de aprendizaje de cada plantel educativo se verá reflejado el uso de todas las herramientas gramaticales que los estudiantes tendrán a su disposición, así como en su aplicación a todas y cada una de las competencias educativas en las que los estudiantes participen.
Esto traerá consigo un muy buen reconocimiento al nivel que presentan los estudiantes de la institución, y sería preciso implementarlo desde los dos últimos grados de la primaria y durante todos los grados del bachillerato.
Cuando a ese estudiante que se formó como lector, le corresponda el momento de escoger una profesión, sabrá identificar lo mejor para su futuro y el de quienes le rodean. Será una persona útil a la sociedad desde cualquier campo en el que se desempeñe.
Suelo repetirlo hasta la saciedad en todas las instituciones educativas y en todo lugar que visito: ‘La lectura es como la mamá de uno, siempre está ahí para ayudarte en todos y cada uno de los momentos de tu vida, nunca te falla’.