Después de más de 3 años la carreta vuelve a recorrer el departamento de Bolívar bajo esa sensación extraña de encontrar a niños y niñas esperando una canoa que los llevará de la orilla del río a la orilla del saber, esa que en muchos casos está a varios kilómetros de distancia.
Algunos se ven obligados a madrugar y caminar un par de horas, otros más afortunados son recogidos por un carro que los transporta hasta la escuela. Es así como en cada uno de los municipios que visito, me cuentan historias sobre las distintas maneras que tienen los niños y niñas para llegar a sus clases.
Pero también debo contarles que, en medio de todas esas dificultades, he conocido maestros y maestras con un gran compromiso de ayudar a sus alumnos a mejorar las condiciones que todos hemos tenido que vivir después de la pandemia del Covid-19.
Se trata de educadores a quienes muchas veces les corresponde el papel de ‘toderos’, porque más allá de enseñar, se esfuerzan por comprender a esos niños y niñas esperanzados en aprender algo útil que los ayude a descubrir el campo en que desean desempeñarse en la vida.
He vuelto a hacer lecturas en voz alta bajo la frondosa sombra de un palo de mango, allí me siento en mi mundo narrando las historias que llevo en la bandeja de La Carreta Literaria ¡Leamos!, que los alumnos tanto disfrutan.
Cada vez que termino uno de estos talleres, los docentes suelen preguntarme dónde pueden conseguir determinados libros entre aquellos que les leí. En muchos casos me comprometo a ayudarlos a conseguir varios de esos títulos de cuentos infantiles, consciente de que LaCaLiLe tiene más posibilidades que ellos.
Estar ubicados en el área rural no les permite viajar periódicamente a las grandes ciudades a conseguir material pedagógico y literario con el fin de ponerlo al servicio de sus alumnos y hacerles mucho más agradables las clases, no solo enseñarles a memorizar fechas históricas y ecuaciones matemáticas.
Entre ellos he encontrado educadores comprometidos en ayudar a esos estudiantes que día a día ven expuesta una virtualidad a través de las distintas redes sociales, a quienes en muchas ocasiones les cuesta distinguir entre lo virtual y lo real.
Es ahí donde la lectura hace su aparición como la buena sombra de un árbol frondoso, logrando que tengan acceso a suficiente información que los lleve a distinguir entre lo que es real y lo que es un verdadero engaño virtual, entender que no todo lo que aparece en redes es cierto, y saber hacer una muy buena lectura de todo ese huracán de datos que llegan con tanta inmediatez a nuestros teléfonos celulares y computadores.
Desde Cantagallo hasta Santa Catalina y de San Jacinto del Cauca hasta Mompox, seguiré buscando lectores. Estoy seguro de que encontraré muchos que pudieron disfrutar de los talleres de lectura en voz alta realizados en años anteriores en cada uno de los municipios, en ocasiones, en corregimientos muy apartados de la cabecera municipal.
Ver las caras de felicidad de los niños al compartir las historias y cuentos infantiles que llevamos en LaCaLiLe, con Cuá de Menena Cottin o con Willy, el personaje central de los fabulosos cuentos de Anthony Browne, será siempre nuestro principal objetivo.
Demostrar que la lectura no solo nos sirve como vehículo de aprendizaje, sino que ayuda a fortalecer todas nuestras competencias sociales desde los primeros años de vinculación a la escuela, siendo al mismo tiempo una herramienta maravillosa para jugar a aprender, llevándonos a recorrer el mundo sin necesidad de movernos del lugar donde estamos.
Queremos demostrar en esta gira, como tantas otras veces, para qué sirve la lectura, y de ‘ñapa’ apoyar en todo lo que podamos a maestros y maestras que dan todo por sus alumnos y por el futuro de nuestra sociedad.
Seguiremos de gira Buscando Lectores.